jueves, 14 de mayo de 2009

otro punto menos

"Era el cumpleaños de su hijo, y no fue capaz de aparecer. Se sentía mal, mal consigo mismo, mal con todos. Ya no se sentía como persona, sino como el perro al que echan de casa, sentía rabia, desconsuelo, tristeza.
Estaba en casa, le dolía la barriga; había somatizado su sentir. Vomitó, y golpeando la pared se prometió no volver a jugar nunca más. Nunca más una moneda caída de sus manos volvería a sonar en la caja de recaudación. Nunca más se dejaría llevar por el sonido embriagador de aquellos aparatos.
Se metió en la ducha, limpió todo, se vistió y salió a la calle, se pensaba un hombre nuevo, renovado. Metió la mano en el bolsillo y encontró una moneda, cambió de sentido y de dirección, se metió en el mismo bar de siempre, se dijo -¿Y si es hoy cuando cambia mi suerte?-."

2 comentarios:

  1. Es terrible la adicción al juego, porque destruye a las personas y las familias como una droga. Has reflejado maravillosamente bien y con pocas palabras la situación. Un abrazo.

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  2. No hay nunca cambios de suerte, si uno está atrapado por los cantos de esas sirenas de la ruleta, es una enfermedad más,es duro reconocer que lo es, como cualquier otra adicción produce ese estado de euforia que cada vez necesita más y más ser alimentada. Nunca hay un golpe de suerte porque además no es eso lo que se busca en el fondo, sino satisfacer el hambre voraz de lo insaciable.

    Entrentenido si es el relato y bien escrito como dice Isabel. Descriptivo y terribel.

    Saludos

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